Educación para la
alegría
Alégrate:
esta es la primera palabra de la nueva alianza, la primera palabra de la
primera mañana del mundo nuevo, la palabra anunciada por los profetas, heraldos
del Mesías, que gritaban para anunciar su venida: ¡Alégrate Jerusalén! (Is 66,10); ¡Exulta con todas tus fuerzas, Hija de Sión! (Zac 9,9); ¡Lanza gritos de alegría, Hija de Sión!
(Sof 3,14).

Esta
alegría es el fruto del Espíritu, El Espíritu que la cubre con su sombra. Esta
alegría es la misma que Jesús promete a sus Apóstoles, justo antes de su
pasión, la que pide para ellos al Padre: … para
que mi alegría sea la de ellos y su alegría sea perfecta (Jn 17, 13).

Esta
es la Buena Noticia anunciada por Cristo y que somos enviados a testimoniar: ¡Felices!
Sin
embargo, la cultura en la que estamos inmersos no está muy marcada por la
alegría. Los tiempos que vivimos no la favorecen; la manera como se presentan
las catástrofes naturales, las guerras, las hambrunas, generan ante todo un
sentimiento de horror que da paso a una compasión a menudo estéril. Más
cercanos a nuestra realidad cotidiana, la falta de trabajo, la miseria, las
familias que se rompen… abren más bien la puerta al desánimo…

Es
la actitud de María: esta alegría que recibió, alegría que no la abandonó a
pesar de las dificultades, no la guarda para sí misma, nos la transmite para
que, también nosotros, la difundamos a nuestro alrededor. Es la misma
exhortación de Pablo a los Filipenses: Alégrense
siempre en el Señor. Vuelvo a insistir, alégrense. Que la bondad de ustedes
sea conocida por todos los hombres. El Señor está cerca (Fil. 4, 4-5).

¡Que
Nuestra Señora nos enseñe a acoger, a vivir, a irradiar y a transmitir la
verdadera Alegría!
Marie - Claude Roques, odn, María, Profeta y educadora de valores para
nuestro tiempo
¡Feliz
Navidad!